¡Alerta! El amor viene después, según la psicología.
Visto desde la perspectiva de un Arquitecto.
"Había sentido una felicidad tan intensa que le causaba miedo" G.G.M.
Es que uno cuando es joven tiene las fuerzas para levantar un templo al amor, es cierto, pero no se vive dentro durante su construcción porque uno corre el riesgo de precipitarse, resbalar en lo fresco, arrimarse demasiado al borde de las ventanas que no llevan vidrios ni barandas o quedar atorado bajo el vano de la puertecita del cuarto, antes de poder descansar en él.
Por eso es que siempre al inicio de una construcción se vive en una suerte de fantasía química, con la felicidad en los planos, en las ideas visuales del posible resultado, o en esa imagen bonita de una perspectiva bien renderizada de pies a cabeza.
Sin embargo a medida del tiempo, años después, estará listo para ser habitado en la paz del recuerdo pero no satisfechos, ojo, !nunca satisfechos!, con todas las imperfecciones que son conocidas por el residente aunque casi siempre desapercibidas o subestimadas por los corredores de ventas.
Pero bien sabemos aquellos que hemos muerto y resucitado que antes y durante la construcción nace el ser inmortal en nuestras almas, el que pretende sobrevivir porque se sostiene con pinzas gruesas, o con un arnés en cuerda floja, se crea con prepotencia un ícono de ciudad de apariencia indestructible y que por impericia olvida la construcción del paso lento y las barandillas que todavía no se han puesto. Entonces entramos en la casa con una ansiosa premura de relámpago, queriendo habitarla en préstamo y con una pobre entrada y morimos por descuido al subirlas para tomar un café o hacer un amor desesperado, y así, solo a veces, salimos jadeando como seres salvajes entre los escombros, derrumbando todo después de un portazo y nos toca nuevamente, con sumada experiencia, si nos permite el presupuesto y después de un largo tiempo de limpieza, levantar nuevamente ese templo, pero así mismo otros cientos de veces habrá que entender que no nos queda nada.