Siempre
suele uno imaginarse esa realidad paralela del felices por siempre, del que nos
fuimos juntos hasta Italia, de las posibilidades de haber amado mejor, de los amigos felices, borrachos de felicidad, de una vida de ver más de mil veces la película favorita, de acariciarte todos los días los pelos y respirar para
estornudar los de todos tus animales. Reír con tu humor oscuro cuando por
error alguien cae, cosquillas del aburrimiento solo para comunicarme
con tu risa, soportar los cólicos de tu gato
para cagarnos a carcajadas, pienso al final que todo se trataba de tu
risa, molestarte y hacerte cabrear para que con sarcasmo y como último recurso
me sonrías.
A veces ya
no te recuerdo, te me desvaneces, no sé quienes éramos pero no dejo de
acordarme de tu risa.
También
pienso y se me viene a la cabeza esas ganas
de vivir contigo en la playa y de seguro me imagino a ese yo de esa otra realidad, viviendo juntos, contorsionándose a la orilla con tus posiciones del Yoga, un amor loco, un amor en los mesones, en los baños, con
público, borracha como cuando te olvidabas de todo.
Parece
irreal pero sobre todo me acuerdo de las texturas de tu ropa, de tu piel aunque
todas las pieles se parezcan entre comillas. A veces se me aparece uno de tus
cabellos y pienso que esa realidad fantasma
por un segundo permitió pasar lo más fino y lo más suave a este mundo
sin vos porque en ese mundo con vos, tu ya eres demasiado y siento tu presencia
entonces como un torbellino intempestivo. Entiendo que desde esa realidad tú me
amas, que estas durmiendo conmigo ahí en la misma cama donde duermo sin ti
todas las noches.
Casi al
final y como consuelo siempre me imagino cuánticamente que esa realidad existe
y que ahí estoy viviendo toda esa pericia de puño y letra, escribiendo en la
misma banca, en este mismo diario que me regaló tu amiga sobre lo paradójico e
igual de mágico que sería estar sin vos. Cierro la libreta, cierro los ojos, es que el único momento es el presente donde podemos existir completos.